jueves, 19 de febrero de 2009

La historia de Jason McElwain

Estreno el blog con una historia que escuché no hace demasiado tiempo.
Nada más leerla, sentí un montón de sensaciones por dentro que creo que merece la pena compartir, o al menos, dar pie a que podáis disfrutar de tan hermosa historia como yo lo hice.
Por supuesto, trata sobre el baloncesto, y sobre un chico con una determinada característica que hace que la historia sea más bella aún.
Espero que os guste.


Jason McElwain nació el 1 de octubre de 1987 en un suburbio de Nueva York. Siempre le gustó el baloncesto que practicaba con gran ilusión desde niño, así que a nadie extrañó que al entrar en el instituto se enrolara en las filas del equipo baloncesto del centro.
A partir de ese momento, y durante tres años, J-Mac, que es como lo conocen sus compañeros, acudió puntual como un reloj a todos los entrenamientos y partidos. Controlaba las estadísticas, repartía agua, animaba a los jugadores, recogía los balones ..... pero jamás jugaba. ¿Los motivos?. Su baja estatura... y que Jason es autista.

El autismo es una enfermedad que no tiene cura en este momento. Se trata de un desorden en el desarrollo del cerebro que se manifiesta en los niños antes de los tres años de edad y que deteriora su comunicación e interacción social causando un comportamiento restringido y repetitivo. Esta situación les lleva, en no pocas ocasiones, a verdaderos rechazos familiares y sociales de consecuencias imprevisibles. Un fiel reflejo de un enfermo autista lo podemos ver en la película Rain Man con Tom Cruise y Dustin Hoffman .
J- Mac, no comenzó a hablar hasta que cumplió los 5 años y aún hoy tiene dificultades para comunicarse, no interpreta el lenguaje corporal y carece de las llamadas habilidades sociales. Pero estas limitaciones las compensa con una tremenda fuerza de voluntad y unas ganas innatas por mejorar.

J-Mac estaba en su último año del instituto y aquella era su última oportunidad de jugar algo con su madre viéndole desde la grada. Durante todo el partido, como había ocurrido durante los tres últimos años, permaneció sentado junto a su entrenador para lo que pudiera necesitarle. Pero a falta de menos de 4 minutos para el final del encuentro, y con una ventaja de 20 puntos a su favor, llegó el momento tan esperado. Enfundado en la camiseta número 52 y con una cinta al pelo, Jason entró a la cancha ante los aplausos de una grada entregada y llena hasta los topes. Janson se había ganado con su trabajo callado durante tanto tiempo a sus compañeros, al público ......y, finalmente, a su entrenador quien durante todos estos años no había confiado en él. Todos conocían a McElwain y todos pensaban que era un chico encantador que se merecía aquella recompensa.

A los pocos segundos de debutar, recibió un balón y se jugó un triple que no tocó ni aro. ¡¡¡Vaya, que fue una auténtica piedra !!!. En el siguiente ataque sus compañeros volvieron a asistirle y Jason hizo un tiro cercano a canasta.... que tampoco entró. Era lo normal teniendo en cuenta las circunstancias que rodeaban al partido, así que a nadie extrañaron los fallos.
Pero el destino es caprichoso y el trabajo siempre tiene su recompensa. En la tercera posesión del equipo, sus compañeros siguieron confiando en él. Recibió el balón y se jugó otro triple desde 7 metros sin ningún miedo al ridículo (había fallado dos seguidas antes), pero esta vez entró sin tocar aro. El sueño se había tornado en realidad y la grada estalló en una ovación atronadora para felicitarle por lo que acababa de hacer. Lo que en ese momento nadie sabía era que la exhibición de Jason acababa de comenzar. En la siguiente jugada, volvió a jugarse otro triple... que volvió a anotar. A continuación, y casi sin tiempo para asimilar lo que acaba de suceder, J-Mac volvió a lanzar a canasta desde más allá de la línea de 6,25 y la volvió a clavar. Ya iban 3 triples en menos de un minuto. La gente alucinaba con razón.

La grada coreaba su nombre, sus compañeros de equipos seguían confiando en él y los rivales.... bueno, los rivales bastante tenían con intentar parar al arma secreta que los Trojans acababan de meter en pista. Pero no podían. Era imposible. Cuando quedaban menos de 2 minutos para la finalización del encuentro, Jason volvió a recibir un balón en ataque y, cómo no, se la volvió a jugar. El chaval estaba en racha y volvió a anotar. Lo mismo sucedió en la siguiente jugada. Y en la siguiente, aunque esta vez la canasta fue de 2 puntos. Jason no tuvo compasión con el rival, que vio cómo anotó su sexto triple sobre la bocina que marcaba el fin del encuentro.
En apenas 4 minutos había anotado 20 puntos, el récord en la historia del instituto. Ni que decir tiene que al acabar el partido, la grada saltó a la pista para felicitarle.

Poco después, su madre, Debbie, comentó: “Yo veo el autismo como el muro de Berlín, y Jason lo ha roto. Por primera vez en su vida se ha sentido orgulloso de sí mismo y eso no tiene precio".


Vídeo (en inglés). http://www.youtube.com/watch?v=ngzyhnkT_jY

1 comentario:

  1. Hola Largo:

    La verdad que es una historia conmovedora, y que a nadie deja indiferente.

    Me gusta que haya diversidad y cuelgues noticias que vayan más allá y utilices el blog.

    Gracias por compartir la noticia.

    Un saludo, FRAN

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